lunes, 27 de diciembre de 2021

Según qué valido, habemus regem

Habitamos instantes confusos, minutos elásticos, horas que no alcanzan las en punto y semanas que concluyen un lunes antes de tiempo. 

Pero además, y ahí deseo llegar, entre los restos del confeti, turrones mordisqueados y botellas a medio vaciar de este 2021 que agoniza, si cabe, con menos garbo que su predecesor, emerge una suerte de edificio constitucional cuyo origen se remonta a… y del que no existe explicación alguna en nuestra Carta Magna nacida en ese lejano, olvidado y a veces por manoseado, convertido en un mantecoso año de Nuestro Señor de 1978.

En tal construcción fantasma ubicada en el solar denominado Título II. De la Corona, se han ido adosando cubículos desde los que el monarca de turno -dos, hasta el momento-, ha movido y mueve con discutible garbo su cuerpo al andar, mientras observa el ir y venir de validos con sus archiconocidos colchones, que entran en La Moncloa con amplia sonrisa y abandonan la estancia en pos de un futuro giratorio. 

¡Acabe con esta agonía!, –grita un observador. 

Concluyo, –respondo al impaciente. 

Quiero decir y digo, que ante las críticas dirigidas a Felipe VI por lo que muchos ciudadanos entienden como el progresivo abandono de su compromiso activo en defensa del orden constitucional -recuerdan su discurso ante el golpe de Estado del Gobierno regional catalán (2017)-, han vuelto a la decepción, cabreo y algo peor: la indiferencia, tras oír su alocución del pasado 24 de diciembre. 


En defensa del monarca, unos dicen que poco más puede hacer considerando los límites que marca la Constitución; otros añaden a la justificación anterior un aspecto, casi un matiz propio de un funambulista que me ha ¿sorprendido?. Dicen esos ciudadanos que el rey está obligado a tragar con los fundamentos ideológicos que defiende el actual Gobierno, porque de lo contrario, el Ejecutivo haría tal presión sobre la testa coronada que no habría AVE que lo llevara a Roma. 

Tras analizar el comentario, consultar a mi oráculo de cabecera, encuestar a tres vecinos y alimentarme equilibradamente, he alcanzado toda la luz del conocimiento habido. Y digo:

No es tiempo de agachar la cabeza, caer en el desánimo o que la desesperación haga mella en nosotros. Nuestro monarca jamás nos ha traicionado o dejado en manos de chavales cuya ideología promueve la implantación de un régimen totalitario -comunismo-, porque el hijo del «legítimo heredero de la dinastía histórica» (art. 57 CE) no es así. Resulta que él, Felipe, actúa según quién habite las estancias 'monclovitas'. Por ejemplo, que hay un golpe de Estado, pues él ocupa la franja de máxima audiencia televisiva y con gesto serio y regio a más no poder, exige la toma de medidas que aborten tamaño atentado a nuestro Estado democrático. 

Luego, tenemos aquella situación -la actual- donde un Gobierno apoyado por lo más rastrero y traidor del panorama 'político' continental, está pisoteando cualquier texto que huela a Constitución -importándole un pimiento que el Tribunal Constitucional declare ilegal los estados de alarma y el cierre del Parlamento-, ¿Qué hace el Borbón?, pues aunque parezca que adopta la táctica del camaleón, 'hable' como un camaleón y nos mire a los ojos como un camaleón, realmente su intención es hacer de muro de contención hasta que un gobierno que aparente ser de derechas acceda con su colchón al recinto palaciego -Moncloa mediante-, entonces esa será la señal que volverá a nuestro monarca un tipo dispuesto a jugarse nuestros cuartos por defender: 

¡Atención! por veinticinco céntimos, cuál es la respuesta correcta…

La Constitución

El legado Borbón

La Agenda 2030  -si hubiera elecciones anticipadas-

O sea, que gracias a ese edificio constitucional al que me referí al comienzo, cabe el dudoso honor de que nuestra vieja Nación haya asentado los cimientos de una nueva Monarquía Hispánica en la que el rey adoptará aires de monarca según sea el valido. 

Sé que algunos sentirán que este texto resulta un ataque a vaya usted a saber qué. Es probable que estas líneas se la sude a más de diez y hasta cabe la posibilidad que los olvidos sean el preludio de un adiós, del afamado «Ya lo sabía» y del no menos conocido «¿Qué te había dicho?». 


sábado, 31 de julio de 2021

El ‘efecto’ Vladimir(o)

En esta ocasión no me perderé por los cerros de Úbeda, directamente traslado el golpe de l teclado en dirección a los cerros de Cabras, Amotape y a uno cuyo nombre no parece el más apropiado para los tiempos que están por venir: el cerro Viva Perú.Y sí, esta reflexión se instala en la patria de César Vallejo.

No obstante, y como no soy un tipo perfecto, entro en materia usando una de esas frases literarias que han pasado a la historia: ¿”En qué momento se había jodido el Perú”?, producto de otro escritor peruano no menos conocido, Vargas Llosa. 

Pero aquí no queda el asunto, puesto que a ese interrogante que lanza el Santiago Zavala de Conversación en La Catedral mientras observa el paisaje y paisanaje de la limeña avenida Tacna, y en un acto de atrevimiento jamás visto, le aplico un golpe fronto-lateral con aire chipionero que transformado en afirmación dejo al pairo de ese árido clima que envuelve a la metrópolis: Perú se acabó por culpa de tanto Vladimiro.

Me explico

Resulta que quien fuera asesor (hombre de total confianza, muñidor de asuntos varios e ideólogo de otras tantas miserias del ex presidente Alberto Fujimori prisión por violación de derechos humanos, corrupción o malversación de caudales públicosque también reside en el ‘hotel las rejas’ condenado por algún que otro ‘exceso’ como fue la matanza de Barrios Altos, responde al nombre de Vladimiro Illich Lenin Montesinos Torres. 

Y antes de que usted se pregunte adónde quiero llegar, le informo que quien maneja las riendas del inútil de Pedro Castillo, recién estrenado presidente del Perú, resulta que fue bautizado como Vladimir Roy Cerrón Rojas, un tipo éste, cuyo padre fue miembro de Sendero Luminoso a quien el Ejército peruano pasaportó a otra dimensión, y de quien se afirma –de Cerrón- que es un hombre con ciertos ramalazos que recuerdan al padrecito Stalin. 

Dicho lo anterior, alguien podría gritar escandalizado amén de señalar con el dedo índice de alguna mano a este humilde periodista, acusándolo de demonizar a todo aquel que se llame Vladimir(o)Nada más lejos de mis intenciones, puesto que yo conocí al dueño de un bar que se llamaba Vladimir quien casi siempre me atendió con una sonrisa, hasta que un día me cansé de ese puñetero gesto rebosante de hipocresía soviética y trasladé mis finanzas para el asueto espirituoso a un lugar con mejor clima.

Regreso a Hispanoamérica

¿Este segundo Vladimir será el responsable de que la República de Perú se vaya deslizando hacia el agujero marxista-leninista de la historia reciente? ¿Insinúo que el nombramiento de los miembros del Gobierno no sólo no presagia nada bueno, sino que algunos analistas cuentan que, por ejemplo, el flamante Primer ministro resulta un ser humano algo refractario al sistema democrático y gran admirador de Sendero Luminoso, ese grupo terrorista de inspiración maoísta (joder, y ahora llega la pregunta retórica: ¿Realmente alguien se puede sentir atraído por el psicópata chino?) que sembró el terror en todo lo que tocaron. ¿Es posible que los dólares hayan empezado a fugarse con rumbo desconocido?, porque no hay nada más miedoso que el dinero, más si cabe cuando la burricie representada por Castillo dejó caer que pretendían nacionalizar (robar) los fondos de pensiones.

Sea lo que sea (que seguro, será) el efecto Vladimir(o) ha vuelto, no a la Casa de Pizarro, hasta ahora la residencia presidencial, pero sea cual sea el echadero elegido por estas mentes privilegiadas, seguro que ofrecerán grandes momentos inolvidables con sus patrias y sus muertes, que siempre –oh casualidad– son las muertes de los otros.


domingo, 18 de julio de 2021

Consonante ultraperiférica

No tengo la menor duda y si la tuviera no soy consciente de ella, que cada región puede presumir de contar entre sus hijos ilustres con lo más granado de la corrupción territorial, pero en el caso de que alguien se mostrara en desacuerdo con esta afirmación, sería de agradecer que los mosqueados abrieran puertas, ventanas, cajones, baldosas, losas de hormigón e informes actualizados de la Unión de Bancos Suizos (y de paraísos fiscales) donde confirme que el susodicho no tiene ni ha tenido –al menos que ellos recuerden (a los suizos me refiero)– ni un céntimo de euro en alguno de los bancos que jalonan la geografía helvética, islas del Canal y territorio continental de Norteamérica.


Como esta reflexión no tiene intención alguna de ser un ejemplo enciclopédico del ecosistema en el que habitan los ladrones de todo pelaje, me limitaré a hacer un breve comentario centrando el mismo en Canarias. Sí, en ese archipiélago atlántico que usted conoce de oídas: da igual sin nació en él, reside de forma accidental o lo ha sobrevolado cuando se dirigía a dónde sea que fuera. 

Estas líneas vienen a cuento tras recordar que durante mucho tiempo dos políticos de idéntica consonante inicial, llegaron a convertirse en los capos del establo que llegó a ser –y así continúa– la gestión de la cosa pública que se hacía y se hace entre las grietas volcánicas de estos peñascos. Ellos lo fueron todo, cortaban todo el bacalao; desmenuzaban hasta el último rincón del presupuesto público –se llama dinero de los contribuyentes–; no se les escapaba vivo ningún asunto, lo mordían todo; influyeron con sus actas de diputados regionales en la composición del Gobierno canario. Han sido condenados a penas de prisión, a devolver el dinero, a esto y a lo otro, que diría el poeta. Recurso va, recurso viene…

Pero siendo ellos casi el ejemplo paradigmático de lo que es convertirse en un pequeño dios, no parece que sus pesares con la ley haya amedrentado a esos que están a verlas venir.

Decía que estos tipos comparten consonante, no así un veterano de largo recorrido que tras pasar un ligero calvario y abandonar la organización en la que pació tan alegremente, recuperó el tino y volvió a la carga. Ahí está, tan ricamente pactando y sonando. Ahí anda, dejando caer, bueno más bien, estampando contra la cúpula celeste, sus intenciones de dar el gran salto y enroscarse en la poltrona regional. A tal fin, ha comenzado su ronda de encuentros con lo más granado –entiéndase la ironía– del panorama chaquetero macaronésico con el fin, siempre noble, de alcanzar las tan necesarias alianzas que, llegado el caso democrático, impulsara sus posaderas rumbo a las sedes (que en Canarias somos muy originales y generosos con el dinero ajeno, y en lugar de uno, tenemos dos echaderos presidenciales en Tenerife y Gran Canaria, respectivamente) de la Presidencia regional. 

Dice el líder periférico, que él pretende expandir su proyecto político al resto de las islas y claro, me viene la risa y el recuerdo se me llena de las Agrupaciones Independientes de Canarias allá por las décadas de los años 80 y 90 del siglo XX, uno de los inventos más nefastos y repugnantes que han pululado por las urnas canarias. Un ejemplo de lo peor del insularismo recalcitrante –no existe el insularismo progresista, lo digo para evitar ataquitos– que destrozó a esta región. 

¿Quiénes serían los compañeros de esta travesía, que desde la ultraperiferia iría hacia el centro y de allí cual núcleo cegador, se irradiaría a todas partes? Bueno, pues ‘visto’ lo oido y como apunté más arriba, tipos ex, o sea, individuos que han estado allí, luego más acá; se han pasado un rato, luego que ni allí ni acá y ahora valoran desplazarse hacia allá o hasta aquí. 

En fin, esto irá tan rápido como veloz sean los acuerdos que se concreten y que siempre giran en torno a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, aspecto éste que va desde asegurarse la consejería tal, la viceconsejería cual o la dirección general tal cual. Y una piña asada.

miércoles, 14 de julio de 2021

El Estado adormidera

El 25 de junio publiqué https://cutt.ly/ImFJay5, un artículo en el que reflexionaba en torno al triste papel que está desempeñando Felipe VI en estos momentos tan cruciales para la historia de España. 

Lejos de mejorar, la situación ha ido empeorando con tal rapidez que dieciséis meses después del inicio de eso que han dado en llamar pandemia, nos encontramos con un Estado más debilitado y una parte de la sociedad adormecida, aterrorizada y dispuesta a tragar lo que sea que ordenen las supuestas autoridades que, dicen, sólo legislan teniendo como horizonte el bien común, claro está que habría que dilucidar dónde sitúan la línea curva por la que aparece el Sol.

Que el título de esta pieza sea el que es y no otro más acorde con el compadreo que caracteriza el panorama periodístico nacional –casi invento el término necional– resulta de la observación del entorno, que en estos meses ha pasado de mostrar que la sangre corría por sus venas (al menos hasta febrero de 2020), hasta convertirse en una especie de sesteo permanente a la manera de los efectos que causa el consumo de la adormidera, diría que España se ha convertido en un fumadero de opio como aquellos que destrozaron a los chinos del siglo XIX. Y no parece que vayamos a sublevarnos, al menos esa pinta tiene cada vez que paseo por las calles de mi ciudad y observo que más del noventa por ciento de mis convecinos no se quita el bozal ni para tomar un café. El miedo ha hecho mella, el pánico al supuesto virus maldito ha conseguido adormecer. Hemos pasado del viejo latiguillo que sesenta años atrás hacía las veces de verdad absoluta: “Lo escuché en el parte de Radio Nacional”, al gesto serio de quien se siente informado y convencido de estar siendo tratado como un adulto: “Dice la web del Gobierno que quienes no se vacunen pueden matarnos”. Y entran unas ganas terribles de dormir porque ellos se sienten unos buenos ciudadanos comprometidos con la salud de todos, no como esos desgraciados que van sin mascarilla, denuncian que los hospitales están más vacíos que un puticlub decimonónico –quién sabe– y encima gritan exigiendo libertad y derecho a moverse por su país. ¡Una locura!

¿Continuar dormidos?

De nada sirve que el Tribunal Constitucional haya decidido emitir su fallo en torno a la legalidad del estado de Alarma de 2020 con un ligero retraso que sólo alcanza algo más de doce meses; de poco sirve que ese fallo haya sido contrario a los deseos del Gobierno, pero únicamente un poco, dado que los magistrados han concluido que esa inconstitucionalidad es sólo de la puntita nada más, que el resto es todo Carta Magna. ¿Resulta un triunfo?, hombre, tampoco seré yo el primero en ponerme exquisito y gritar ¡Farfala Vendetta! emulando al vástago del Actor secundario Bob. Es una patada en la entrepierna monclovita que ha rozado el huevo izquierdo del psicópata que allí reside, pero de ahí a ser la señal definitiva que lleve a esta gente a suplicar el perdón, va un barranco por el que, estoy convencido, no se lanzaría niel muñidor con peluquín.

España va camino de un desastre y tal afirmación no requiere ser un tertuliano de amplio espectro; esta vieja nación se está enfrentando a su destrucción con la anuencia de una gran parte de la población atrapada entre los segundos sofocos del estío y el goteo perverso de una información manipulada que habla de muertos, olas, cepas y ceporros. Y por esas casualidades históricas, la que fuera la perla del Imperio, Cuba, esa isla que tanto tiene que ver con nosotros, con algún abuelo que fue y en algún caso no regresó, se ha levantado ante la tiranía, aunque el final de momento sea una incertidumbre.

Me gustaría que los españoles –no sé cuántos– fuéramos capaces de dar un golpe en la mesa y salir del sopor; de gritar más allá de la pantalla del ordenador, incluso, de salir a la calle que ya es hora, porque la dignidad jamás se podrá defender siendo un chivato 'covidiano', un indolente del a ver qué pasa o un oráculo con la cabeza pegada allí mismo.

La elección pasa por continuar durmiendo o despertar de esta puñetera pesadilla de la que no podemos culpar a nadie que no seamos nosotros. El dedo acusador pasó a la historia.


viernes, 25 de junio de 2021

La orquesta del Titanic no flota

Cuenta la historia que mientras se hundía, para emerger años después –su historia, que no el armatoste– la orquesta del Titanic se dio a la interpretación de variadas melodías con el admirable propósito de levantar el ánimo de todos aquellos que en cuestión de minutos dejarían de respirar, mientras que los afortunados que lograron una plaza en los escasos botes salvavidas, se 'entretenían' a la espera de los rescatadores cagándose en la madre que parió al astillero irlandés, al armador y a todos esos cabrones que desde el puerto y agitando pañuelos, jalearon el inicio de la primera y única (casi) singladura del famoso portento tecnológico. 

Sin embargo, la intención de esta reflexión no es comentar el archiconocido desastre; el asunto que me ocupa es una hecatombe que centraré en una fecha: 22 de junio de 2021, día que el Consejo de ministros eligió para aprobar los indultos a esos nueve golpistas catalanes encarcelados (porque hay más fuera de control). 

¿Y qué tiene que ver la orquesta del Titanic con la felonía gubernamental y el comportamiento de Felipe VI? 

Me explico. 

Sin entrar en las entretelas históricas –asunto que verán que no puedo evitar–, estoy convencido que muchos españoles albergábamos cierta esperanza de que el Rey moviera su real trasero en un momento histórico, y ahora sí tiene sentido usar el adjetivo. Mas cuando veíamos que nada se movía y la amenaza del indulto iba tomando cuerpo, por una de estas bromas que están agazapadas esperando el instante, he aquí que aparece el oportuno artículo https://cutt.ly/5mqgBF8 de Mario Condesí de ese mismo individuo, en el que descubrimos que el Jefe del Estado disponía de una posibilidad constitucional para dejar constancia de su parecer en un asunto capital. Y resulta de tal gravedad porque la nación está al borde (recordemos su intervención en TVE el 3 de octubre de 2017) de la ruptura y que tal como indica el artículo 56 de la Constitución"El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones"...

Pues bien, teniendo en cuenta que hace cuatro años se mojó como no podía ser de otra manera, qué menos que hiciera algo similar en un momento tan crucial. Y con esos mimbres, a pesar de las interpretaciones en torno al artículo 62 i) CE, muchos nos reunimos en la cubierta de la nave (España) confiados que al contrario de lo acaecido en el evento histórico, el capitán daría un paso al frente aunque en el peor de los casos se limitara a una simple pose, y dábamos como un acto de pura coherencia que remitiría una misiva solicitando al Presidente del Gobierno que éste le invitara a presidir el Consejo y así dejar constancia de su posición, sobre todo ante los ciudadanos. Pero desgraciadamente el Rey guardó silencio y se limitó a rubricar cada uno de los nueve indultos, a continuación se enfundó un traje de gala y partió rumbo a cierta entrega de premios. Aprovecho el momento para recordar este artículo https://cutt.ly/JmqckU1 firmado por Jorge Sánchez de Castro, en el que hace un brillante análisis de la situación que ocupa estas líneas.

Que sí, que sí, De acuerdo que el monarca tiene limitadas, Carta Magna mediante, sus funciones y que cada uno de sus actos deben ser refrendados por los miembros del Ejecutivo. De acuerdo con la evidencia que esta es una Monarquía parlamentaria. Cierto es que su papel es meramente institucional –y decorativo a la manera de un florero–, pero… Pero vuelvo a recordar lo que dice el artículo 56 de la CE busco su arbitraje en el conflicto abierto entre el Poder Ejecutivo y el Judicial representado en la figura del Tribunal Supremo que en su escrito en el que rechaza tajantemente la concesión del indulto parcial o total, afirma que tal medida es una “solución inaceptable”¿Cree usted que el asunto es grave?. ¿Existe o no existe un conflicto? Y por tanto, ¿No era esta la oportunidad para que el Rey interviniera en el mismo en los términos que establece la legislación? Pues nuestro gozo a un pozo. Silencio en La Zarzuela (Madrid). Asesores en Babia (León). Los salarios, a final de cada mes.

Mal fario

Confieso que no soy amigo de las supercherías, pero si hay que volverse ‘creyente’ coyuntural así sea aunque en tal empresa me vaya la corona, una corona española que ha cubierto varias testas cuyo recuerdo no provoca grandes alegrías. Y es que si hubiera que hacer un balance de lo que ha significado la llegada de los Borbones a España (año 1700), no veo que el resultado sea positivo y para ello me limitaré a recordar a Fernando VII, ejemplo de lo que significa ser un traidor; Alfonso XIII y su querencia con el golpe de Estado protagonizado por el general Primo de Rivera. Luego tenemos a Juan Carlos I –campechano él y creador de un nuevo verbo: Borbonear– y todas esas cositas que hemos ido descubriendo gracias a un elefante. Y cuando pensamos que esto podría mejorar tras algunos gestos de Felipe VI, resulta que el joven decide tomar partido por uno de los bandos en lugar de hacer efectivo su papel mediador en el conflicto que señalo más arriba. Creo que con ese comportamiento, el Rey se ha disparado en el pie –Froilán, tú eres único– pero el impacto del proyectil lo hemos sentido los españoles que no somos partidarios de las alucinaciones decimonónicas, ni de los paños calientes y mucho menos estamos a favor de una sola cesión de la soberanía nacional. 

Pero como no soy una inocente criatura…

No obstante lo dicho, sería conveniente no pasar por alto que el monarca exhibe en sus chaquetas la famosa insignia circular y multicolor, en el lugar donde –romántico que soy– si algo debería lucir qué mejor que la enseña nacional, esa misma que cada día abandona unos centímetros la parte más alta del mástil y de la que tiran algunos que entre lágrimas afirman defenderla hasta el penúltimo aliento. Y digo más: Si los afectos requieren el fuego lento del tiempo para asentarse, la desafección se mueve a una velocidad que no supera ni el mejor de los AVE, incluso si éste llegara hasta Roma Termini.

Podríamos ahondar en el subsuelo del intríngulis, rebuscar entre ajados legajos, añoranzas austriacas o los desaires que padeció el italo saboyano, ítem más, aprovecho el instante para dedicar un breve recuerdo a Estanislao Figueras y su cabreo genital. 

En fin… esto se acaba

Al día siguiente, el 23 de junio,y tras una larga noche impregnada de melodías del ayer y hoy, llegó la confirmación 'real' del hecho rubricado, así que visto el desenlace, los miembros de la improvisada orquesta del Titanic hispano guardaron los instrumentos, introdujeron las partituras en las respectivas carpetas y mirando al horizonte mientras hacían glúglú acompañado de un tímido chofarticularon dos palabras: Adiós, Felipe. 

jueves, 27 de mayo de 2021

Y una conjunción, pero…

Muchos españoles habitamos el espacio reservado a la zozobra permanente mientras otros, los menos o el porcentaje que usted considere aceptable, transitan esta vida al son de timbales respetuosos con el medio ambiente. Y un oso polar.


Esos que por ahí andamos, vemos con cierto estupor, cabreo y justa indignación, el ascenso hasta lo más alto del acantilado a un grupo de trileros, que risueños, se afanan en una misión consistente en dilapidar nuestros recursos mientras gritan que debemos almacenar todas las nueces, almendras y bayas posibles, pero sin excedernos, so pena de acabar con las existencias. Y un labrador.


Tenemos como seña de supervivencia el hambre ajena que creímos lejana y a la que dedicábamos unos minutos tras el postre y antes de la copa de coñac, el puro y la sesión de fornicio debidamente autorizado. Pero llega el pero, y con esa maldita conjunción adversativa acuden a la llamada unos miedos que a poco que no se atiendan las señales, sueltan esfínteres y arruinan antiguos prestigios. Y esto no pinta bien.


Llega el final sin apenas dar tiempo al qué dirán preocupados hasta arriba por saber si la decisión ha sido y podría haber sido. Concluye el instante que pensamos eterno con esas maneras que tiene el infinito, siendo como es, tan predecible por finito. Pero claro, ¿Quién es el valiente idiota que levanta la mano y dice algo entendible, con sustancia? Bah, ñoñerías. Y uno, dos y tres…

lunes, 18 de enero de 2021

Más que un lugar

No hablaré de dos personas valientes, no escribiré sobre dos seres humanos con resiliencia; no usaré este espacio para loar el empeño en resistir el asalto a la aldea por parte de unos bárbaros que afirman, sin rubor alguno, que asedian tu propiedad por el bien común.

No escribo para endulzar los oídos de propios o extraños, ni mucho menos para concitar el aplauso o buscando algún tipo de autoafirmación hija de cualquier manual de ayuda adquirido en una gasolinera en una noche de tormenta.

¿De quiénes hablo, qué han hecho, qué hacen y por qué lo cuento? 

Hace más de cinco años, allá por el lejano mes de abril de 2015, se puso en marcha un espacio para el ocio nocturno, que transformando un garaje dio a luz Un lugar en el que se fueron congregando gentes con ganas de saborear una amplia carta de cócteles amén del resto de bebidas espirituosas por todos conocidas. Un quinquenio que sí tenía un plan: convertirse en un bar con un toque especial. Desde aquella pequeña biblioteca que daba la bienvenida al visitante (quién sabe si tiempo después, ya transformado en un amigo), un mobiliario original, simplemente cómodo… y al fondo, pero siempre muy cerca, las figuras de Lici y Cintia; recuerdo a la primera atendiendo en la sala y tras la barra, que no parapetada, Cintia manejando botellas y vasos, y allí, sus respectivas sonrisas. 

Trabajo y más trabajo,. Año tras año. Aguantando los altibajos, soportando con estilo al imbécil de turno; disfrutando de los amigos, de la empatía, una cualidad, ésta última, de difícil aplicación, porque no todos están dotados con las armas precisas y a veces, ni siquiera aprecian el trabajo que realizan: Ellas, sí, tanto lo uno como lo otro. 

Aniversario va, aniversario viene hasta que llegó 2020, doce meses que se presentaban con el orgullo del quinto año –porque no hay quinto malo– o eso creíamos hasta que en marzo tuvieron que cerrar. Y transcurrieron los meses sin ingresos, tirando de la hucha, estirando de lo ahorrado con el esfuerzo de las horas alumbradas por la luna, por la iluminación del local, por el gusto del trabajo bien hecho. Llegó la reapertura cargada de restricciones y ellas a darlo todo: sonrisas, calidad, calidez y trabajo. Unos meses apretando, apurando hasta que entendieron que su apuesta, visto el panorama, no daba más de sí. ¿Nos vamos, cerramos y buscamos otros lugares donde poder respirar? Pensaron, analizaron los pros y despejaron los muchos contras. Ni un paso atrás, se dijeron. ¿De qué nos habría servido haber llegado hasta aquí?

Y surgió Un lugar para tomar café, para trabajar o simplemente pasar el instante. Se acabaron las noches, se espantaron las miasmas, que como viejas gruñonas, pretendían entorpecer sus vidas. Nuevos aires ocuparon la superficie conocida, poco a poco llegaron gentes con sus trastos electrónicos, ocuparon las nuevas mesas, saborearon los cafés; disfrutaron de un nutritivo desayuno… Pero algo ocurre, pasa algo que nos ha devuelto la zozobra. Tienen que cerrar como otros cientos de negocios porque así lo ha decidido quien vive cómodamente en su amplio despacho oficial ¿Ayudas a estos pequeños empresarios que han empeñado hasta las cejas? La pregunta se pierde entre los pliegues de los informes sanitarios y entre los silencios vergonzosos.

Se llaman Cintia Lici, son dos empresarias, pero también se han convertido en amigas. ¿Recuerda que escribí sobre tal posibilidad? Pues no era para llenar un espacio. No sé cómo terminará este infierno, pero quiero pensar que ellas serán capaces de sostener las cuadernas de su embarcación… siempre y cuando no les nieguen el océano que tan bien las conoce.