No tengo la menor duda y si la tuviera no soy consciente de ella, que cada región puede presumir de contar entre sus hijos ilustres con lo más granado de la corrupción territorial, pero en el caso de que alguien se mostrara en desacuerdo con esta afirmación, sería de agradecer que los mosqueados abrieran puertas, ventanas, cajones, baldosas, losas de hormigón e informes actualizados de la Unión de Bancos Suizos (y de paraísos fiscales) donde confirme que el susodicho no tiene ni ha tenido –al menos que ellos recuerden (a los suizos me refiero)– ni un céntimo de euro en alguno de los bancos que jalonan la geografía helvética, islas del Canal y territorio continental de Norteamérica.
Como esta reflexión no tiene intención alguna de ser un ejemplo enciclopédico del ecosistema en el que habitan los ladrones de todo pelaje, me limitaré a hacer un breve comentario centrando el mismo en Canarias. Sí, en ese archipiélago atlántico que usted conoce de oídas: da igual sin nació en él, reside de forma accidental o lo ha sobrevolado cuando se dirigía a dónde sea que fuera.
Estas líneas vienen a cuento tras recordar que durante mucho tiempo dos políticos de idéntica consonante inicial, llegaron a convertirse en los capos del establo que llegó a ser –y así continúa– la gestión de la cosa pública que se hacía y se hace entre las grietas volcánicas de estos peñascos. Ellos lo fueron todo, cortaban todo el bacalao; desmenuzaban hasta el último rincón del presupuesto público –se llama dinero de los contribuyentes–; no se les escapaba vivo ningún asunto, lo mordían todo; influyeron con sus actas de diputados regionales en la composición del Gobierno canario. Han sido condenados a penas de prisión, a devolver el dinero, a esto y a lo otro, que diría el poeta. Recurso va, recurso viene…
Pero siendo ellos casi el ejemplo paradigmático de lo que es convertirse en un pequeño dios, no parece que sus pesares con la ley haya amedrentado a esos que están a verlas venir.
Dice el líder periférico, que él pretende expandir su proyecto político al resto de las islas y claro, me viene la risa y el recuerdo se me llena de las Agrupaciones Independientes de Canarias allá por las décadas de los años 80 y 90 del siglo XX, uno de los inventos más nefastos y repugnantes que han pululado por las urnas canarias. Un ejemplo de lo peor del insularismo recalcitrante –no existe el insularismo progresista, lo digo para evitar ataquitos– que destrozó a esta región.
¿Quiénes serían los compañeros de esta travesía, que desde la ultraperiferia iría hacia el centro y de allí cual núcleo cegador, se irradiaría a todas partes? Bueno, pues ‘visto’ lo oido y como apunté más arriba, tipos ex, o sea, individuos que han estado allí, luego más acá; se han pasado un rato, luego que ni allí ni acá y ahora valoran desplazarse hacia allá o hasta aquí.
En fin, esto irá tan rápido como veloz sean los acuerdos que se concreten y que siempre giran en torno a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, aspecto éste que va desde asegurarse la consejería tal, la viceconsejería cual o la dirección general tal cual. Y una piña asada.
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