sábado, 31 de julio de 2021

El ‘efecto’ Vladimir(o)

En esta ocasión no me perderé por los cerros de Úbeda, directamente traslado el golpe de l teclado en dirección a los cerros de Cabras, Amotape y a uno cuyo nombre no parece el más apropiado para los tiempos que están por venir: el cerro Viva Perú.Y sí, esta reflexión se instala en la patria de César Vallejo.

No obstante, y como no soy un tipo perfecto, entro en materia usando una de esas frases literarias que han pasado a la historia: ¿”En qué momento se había jodido el Perú”?, producto de otro escritor peruano no menos conocido, Vargas Llosa. 

Pero aquí no queda el asunto, puesto que a ese interrogante que lanza el Santiago Zavala de Conversación en La Catedral mientras observa el paisaje y paisanaje de la limeña avenida Tacna, y en un acto de atrevimiento jamás visto, le aplico un golpe fronto-lateral con aire chipionero que transformado en afirmación dejo al pairo de ese árido clima que envuelve a la metrópolis: Perú se acabó por culpa de tanto Vladimiro.

Me explico

Resulta que quien fuera asesor (hombre de total confianza, muñidor de asuntos varios e ideólogo de otras tantas miserias del ex presidente Alberto Fujimori prisión por violación de derechos humanos, corrupción o malversación de caudales públicosque también reside en el ‘hotel las rejas’ condenado por algún que otro ‘exceso’ como fue la matanza de Barrios Altos, responde al nombre de Vladimiro Illich Lenin Montesinos Torres. 

Y antes de que usted se pregunte adónde quiero llegar, le informo que quien maneja las riendas del inútil de Pedro Castillo, recién estrenado presidente del Perú, resulta que fue bautizado como Vladimir Roy Cerrón Rojas, un tipo éste, cuyo padre fue miembro de Sendero Luminoso a quien el Ejército peruano pasaportó a otra dimensión, y de quien se afirma –de Cerrón- que es un hombre con ciertos ramalazos que recuerdan al padrecito Stalin. 

Dicho lo anterior, alguien podría gritar escandalizado amén de señalar con el dedo índice de alguna mano a este humilde periodista, acusándolo de demonizar a todo aquel que se llame Vladimir(o)Nada más lejos de mis intenciones, puesto que yo conocí al dueño de un bar que se llamaba Vladimir quien casi siempre me atendió con una sonrisa, hasta que un día me cansé de ese puñetero gesto rebosante de hipocresía soviética y trasladé mis finanzas para el asueto espirituoso a un lugar con mejor clima.

Regreso a Hispanoamérica

¿Este segundo Vladimir será el responsable de que la República de Perú se vaya deslizando hacia el agujero marxista-leninista de la historia reciente? ¿Insinúo que el nombramiento de los miembros del Gobierno no sólo no presagia nada bueno, sino que algunos analistas cuentan que, por ejemplo, el flamante Primer ministro resulta un ser humano algo refractario al sistema democrático y gran admirador de Sendero Luminoso, ese grupo terrorista de inspiración maoísta (joder, y ahora llega la pregunta retórica: ¿Realmente alguien se puede sentir atraído por el psicópata chino?) que sembró el terror en todo lo que tocaron. ¿Es posible que los dólares hayan empezado a fugarse con rumbo desconocido?, porque no hay nada más miedoso que el dinero, más si cabe cuando la burricie representada por Castillo dejó caer que pretendían nacionalizar (robar) los fondos de pensiones.

Sea lo que sea (que seguro, será) el efecto Vladimir(o) ha vuelto, no a la Casa de Pizarro, hasta ahora la residencia presidencial, pero sea cual sea el echadero elegido por estas mentes privilegiadas, seguro que ofrecerán grandes momentos inolvidables con sus patrias y sus muertes, que siempre –oh casualidad– son las muertes de los otros.


domingo, 18 de julio de 2021

Consonante ultraperiférica

No tengo la menor duda y si la tuviera no soy consciente de ella, que cada región puede presumir de contar entre sus hijos ilustres con lo más granado de la corrupción territorial, pero en el caso de que alguien se mostrara en desacuerdo con esta afirmación, sería de agradecer que los mosqueados abrieran puertas, ventanas, cajones, baldosas, losas de hormigón e informes actualizados de la Unión de Bancos Suizos (y de paraísos fiscales) donde confirme que el susodicho no tiene ni ha tenido –al menos que ellos recuerden (a los suizos me refiero)– ni un céntimo de euro en alguno de los bancos que jalonan la geografía helvética, islas del Canal y territorio continental de Norteamérica.


Como esta reflexión no tiene intención alguna de ser un ejemplo enciclopédico del ecosistema en el que habitan los ladrones de todo pelaje, me limitaré a hacer un breve comentario centrando el mismo en Canarias. Sí, en ese archipiélago atlántico que usted conoce de oídas: da igual sin nació en él, reside de forma accidental o lo ha sobrevolado cuando se dirigía a dónde sea que fuera. 

Estas líneas vienen a cuento tras recordar que durante mucho tiempo dos políticos de idéntica consonante inicial, llegaron a convertirse en los capos del establo que llegó a ser –y así continúa– la gestión de la cosa pública que se hacía y se hace entre las grietas volcánicas de estos peñascos. Ellos lo fueron todo, cortaban todo el bacalao; desmenuzaban hasta el último rincón del presupuesto público –se llama dinero de los contribuyentes–; no se les escapaba vivo ningún asunto, lo mordían todo; influyeron con sus actas de diputados regionales en la composición del Gobierno canario. Han sido condenados a penas de prisión, a devolver el dinero, a esto y a lo otro, que diría el poeta. Recurso va, recurso viene…

Pero siendo ellos casi el ejemplo paradigmático de lo que es convertirse en un pequeño dios, no parece que sus pesares con la ley haya amedrentado a esos que están a verlas venir.

Decía que estos tipos comparten consonante, no así un veterano de largo recorrido que tras pasar un ligero calvario y abandonar la organización en la que pació tan alegremente, recuperó el tino y volvió a la carga. Ahí está, tan ricamente pactando y sonando. Ahí anda, dejando caer, bueno más bien, estampando contra la cúpula celeste, sus intenciones de dar el gran salto y enroscarse en la poltrona regional. A tal fin, ha comenzado su ronda de encuentros con lo más granado –entiéndase la ironía– del panorama chaquetero macaronésico con el fin, siempre noble, de alcanzar las tan necesarias alianzas que, llegado el caso democrático, impulsara sus posaderas rumbo a las sedes (que en Canarias somos muy originales y generosos con el dinero ajeno, y en lugar de uno, tenemos dos echaderos presidenciales en Tenerife y Gran Canaria, respectivamente) de la Presidencia regional. 

Dice el líder periférico, que él pretende expandir su proyecto político al resto de las islas y claro, me viene la risa y el recuerdo se me llena de las Agrupaciones Independientes de Canarias allá por las décadas de los años 80 y 90 del siglo XX, uno de los inventos más nefastos y repugnantes que han pululado por las urnas canarias. Un ejemplo de lo peor del insularismo recalcitrante –no existe el insularismo progresista, lo digo para evitar ataquitos– que destrozó a esta región. 

¿Quiénes serían los compañeros de esta travesía, que desde la ultraperiferia iría hacia el centro y de allí cual núcleo cegador, se irradiaría a todas partes? Bueno, pues ‘visto’ lo oido y como apunté más arriba, tipos ex, o sea, individuos que han estado allí, luego más acá; se han pasado un rato, luego que ni allí ni acá y ahora valoran desplazarse hacia allá o hasta aquí. 

En fin, esto irá tan rápido como veloz sean los acuerdos que se concreten y que siempre giran en torno a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, aspecto éste que va desde asegurarse la consejería tal, la viceconsejería cual o la dirección general tal cual. Y una piña asada.

miércoles, 14 de julio de 2021

El Estado adormidera

El 25 de junio publiqué https://cutt.ly/ImFJay5, un artículo en el que reflexionaba en torno al triste papel que está desempeñando Felipe VI en estos momentos tan cruciales para la historia de España. 

Lejos de mejorar, la situación ha ido empeorando con tal rapidez que dieciséis meses después del inicio de eso que han dado en llamar pandemia, nos encontramos con un Estado más debilitado y una parte de la sociedad adormecida, aterrorizada y dispuesta a tragar lo que sea que ordenen las supuestas autoridades que, dicen, sólo legislan teniendo como horizonte el bien común, claro está que habría que dilucidar dónde sitúan la línea curva por la que aparece el Sol.

Que el título de esta pieza sea el que es y no otro más acorde con el compadreo que caracteriza el panorama periodístico nacional –casi invento el término necional– resulta de la observación del entorno, que en estos meses ha pasado de mostrar que la sangre corría por sus venas (al menos hasta febrero de 2020), hasta convertirse en una especie de sesteo permanente a la manera de los efectos que causa el consumo de la adormidera, diría que España se ha convertido en un fumadero de opio como aquellos que destrozaron a los chinos del siglo XIX. Y no parece que vayamos a sublevarnos, al menos esa pinta tiene cada vez que paseo por las calles de mi ciudad y observo que más del noventa por ciento de mis convecinos no se quita el bozal ni para tomar un café. El miedo ha hecho mella, el pánico al supuesto virus maldito ha conseguido adormecer. Hemos pasado del viejo latiguillo que sesenta años atrás hacía las veces de verdad absoluta: “Lo escuché en el parte de Radio Nacional”, al gesto serio de quien se siente informado y convencido de estar siendo tratado como un adulto: “Dice la web del Gobierno que quienes no se vacunen pueden matarnos”. Y entran unas ganas terribles de dormir porque ellos se sienten unos buenos ciudadanos comprometidos con la salud de todos, no como esos desgraciados que van sin mascarilla, denuncian que los hospitales están más vacíos que un puticlub decimonónico –quién sabe– y encima gritan exigiendo libertad y derecho a moverse por su país. ¡Una locura!

¿Continuar dormidos?

De nada sirve que el Tribunal Constitucional haya decidido emitir su fallo en torno a la legalidad del estado de Alarma de 2020 con un ligero retraso que sólo alcanza algo más de doce meses; de poco sirve que ese fallo haya sido contrario a los deseos del Gobierno, pero únicamente un poco, dado que los magistrados han concluido que esa inconstitucionalidad es sólo de la puntita nada más, que el resto es todo Carta Magna. ¿Resulta un triunfo?, hombre, tampoco seré yo el primero en ponerme exquisito y gritar ¡Farfala Vendetta! emulando al vástago del Actor secundario Bob. Es una patada en la entrepierna monclovita que ha rozado el huevo izquierdo del psicópata que allí reside, pero de ahí a ser la señal definitiva que lleve a esta gente a suplicar el perdón, va un barranco por el que, estoy convencido, no se lanzaría niel muñidor con peluquín.

España va camino de un desastre y tal afirmación no requiere ser un tertuliano de amplio espectro; esta vieja nación se está enfrentando a su destrucción con la anuencia de una gran parte de la población atrapada entre los segundos sofocos del estío y el goteo perverso de una información manipulada que habla de muertos, olas, cepas y ceporros. Y por esas casualidades históricas, la que fuera la perla del Imperio, Cuba, esa isla que tanto tiene que ver con nosotros, con algún abuelo que fue y en algún caso no regresó, se ha levantado ante la tiranía, aunque el final de momento sea una incertidumbre.

Me gustaría que los españoles –no sé cuántos– fuéramos capaces de dar un golpe en la mesa y salir del sopor; de gritar más allá de la pantalla del ordenador, incluso, de salir a la calle que ya es hora, porque la dignidad jamás se podrá defender siendo un chivato 'covidiano', un indolente del a ver qué pasa o un oráculo con la cabeza pegada allí mismo.

La elección pasa por continuar durmiendo o despertar de esta puñetera pesadilla de la que no podemos culpar a nadie que no seamos nosotros. El dedo acusador pasó a la historia.