viernes, 8 de marzo de 2019

Ellos son nosotros

“Tu padre es un ladrón, un cabrón, ¡españoles!”

Jamás he buscado justificaciones que sustenten los motivos que me llevaron a elegir la frase que aparece escrita en cursiva y debajo del título, pero en el caso que me ocupa, creo que es necesario: La barbarie del terrorismo etarra, tanto de los que apretaron el gatillo como de aquellos palmeros miserables que justifican –no me equivoco al usar el tiempo verbal– esas atrocidades, debe aparecer sin medias tintas.
He leído Morir para contarlo (SAHATS Servicios Editoriales, 2014) escrito por Salvador Ulayar Mundiñano, –prologado por Ángeles Escrivá–, un relato desgarrador, devastador, directo, escrito desde la serenidad de un adulto cuya niñez junto con la de sus tres hermanos “se quedó corta de padre”, de un progenitor que fue asesinado delante de ese Salvador de trece años a manos de unos sicarios a la par que vecinos. Porque no sólo están quienes empuñaron la pistola, también forman parte de esta historia (y de tantas iguales y parecidas ocurridas en Navarra o el País Vasco) familiares directos que jugaron su papel en ese asesinato; gentes que acosaron durante años a ciudadanos inocentes, –por ejemplo, a los Ulayar Mundiñano– simplemente porque no comulgaban con los delirios. Y no, jamás se podrá igualar a víctimas y verdugos: Jamás.

Este trabajo escrito por Salvador Ulayar no es un texto amable –¿qué es eso de amabilidad y buen rollo cuando de la vida estamos hablando?–, porque no tiene que serlo, porque como señala el escritor, “sólo abro mi corazón… llenando páginas con la tinta del recuerdo”, en alguien que ha sobrevivido durante largos años, (casi una eternidad), acompañado del desconsuelo, que como afirma “ha sido mi único consuelo”, pero con las cosas claras: “aprendí que no debía importarme lo que digan aquellos que no me importan”.
En Morir para… no sé qué momentos son más intensos porque en este caso, la realidad que describe jamás podrá ser superada por la ficción, y no será porque los expertos en blanquear no se empeñen en la tarea, mas si tengo que buscar fragmentos en el texto para destacar, sirva este estado de ánimo allá por el año 1996, donde el menor de los Ulayar Mundiñano se enfrenta a la salida de prisión del asesino de su padre, Jesús Ulayar…, y su pozo interior se revuelve, y allí en el fondo, están guardadas las inmundicias: “llamadas, miedo, muerte, venganza, nada, dolor, ansiedad, angustia, pena, llanto, rabia, debilidad… humillación, burla, acoso”…
Habría más, mucho más que añadir, pero eso le corresponde a usted, lector.