domingo, 18 de junio de 2023

𝗘𝗹 𝗿𝗲𝘀𝘂𝗿𝗴𝗶𝗿 𝗱𝗲 𝗣𝗲𝗿𝗶𝗰𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗣𝗮𝗹𝗼𝘁𝗲𝘀

 








Los españoles tenemos una democracia representativa que está encantada de representarse y representar una suerte de parodia donde lo importante es parecer, mientras nuestros abnegados representantes dilucidan qué nos debe importar, cómo debemos comportarnos y a quién debemos respeto fiscal e institucional, con una evidente orfandad de razones en torno al por qué hemos llegado hasta aquí. Y mientras callamos -reforzando la representatividad de la cosa- los cimientos de nuestra democracia representativa son inspeccionados por una hornada de albañiles que blanden las viejas cucharas.


   Cabría esperar que tras haber disfrutado de la Constitución de 1978, -conocida popularmente como R-78, sin que se pueda afirmar con certeza histórica que George Lucas tuviera algo que ver-, los españoles de bien habríamos interiorizado todo el edificio constitucional sin sonrojarnos, pero resulta que no es así, y así nos va gracias a la irrupción de las redes sociales. Sí, lector perspicaz, la tecnología ha hecho estragos en el cuerpo electoral nacional con tal sigilo, que ni nuestras afamadas empresas demoscópicas fueron capaces de ver el tsunami, únicamente preocupadas por joder el día al encuestado telefónico. Ese virus, que describiré en breve, está provocando una desbandada; está causando un descrédito social al hecho de votar «en persona personalmente».

Llegados a este punto, usted se preguntará qué forma tiene ese intruso para, detectado, dejar caer sobre él todo el peso de la legislación y así salvaguardar nuestra democracia representativa de los idus fascistas a izquierda. Pues se sorprenderá al conocer la respuesta: La almohadilla (#). Veamos.

   Resulta que los españoles -perdón si molesto, pero ¿De qué otra forma nos íbamos a identificar?- llevamos un tiempo algo cabreados, en un porcentaje que dejo en manos de los expertos. Y como andamos así, con la moral por el subsuelo, dedicamos parte de nuestro ocio a elucubrar formas de mejorar lo existente (mientras otros piensan cómo destrozar todo aquello que molesta al que elucubra). Entre pitos y flautas, retuiteos, memes y vídeos que no deberían superar los tres minutos, lanzamos proclamas esperando que los espíritus afines se unan en torno a nuestro brillante instante, pero hete aquí, que quien creías un alma gemela, se descuelga con su luminosa idea y atrapa a más gente que tu parida (datos obtenidos de fuentes de toda solvencia). El tiempo pasa, las decepciones se multiplican y crece la almohadilla. Todos son lemas adheridos a dos líneas paralelas que reposan sobre otras tantas verticales, más o menos como esto #QueTeVote… ¿Hacía dónde diablos nos dirigimos? ¿Cuál es el destino de nuestra democracia representativa si quienes están llamados a defenderla (cada cuatro años) teclean esos lemas? ¿Qué deberían hacer nuestros representantes elegidos en una democracia representativa para frenar estos impulsos autodestructivos? ¿Acaso estamos ante el resurgir de Perico de los Palotes?

   Sé que todas estas preguntas tienen respuesta que gustarán o no. Soy consciente del hecho diferencial (!) y me duele en las entretelas democráticas que podamos deslizarnos por una pendiente de mensajes y cartelería de vivos colores mientras los enemigos de nuestra representativa democracia representativa urden planes cuyo final será nuestra sumisión. ¿Qué está usted dispuesto a hacer? Sólo valen respuestas erróneas con #TecleaEnLibertad