La afición del hombre por
coleccionar (sellos, llaveros, cuentas corrientes o amores), se ve truncada por
una dama inasequible al desaliento cuya única misión en esta vida es…evitar que
sigamos respirando, a pesar de que en los numerosos intentos por esquivar su
deseo, casi todos nosotros, alcanzamos las mayores cimas de desesperación: Al
final la muerte obtiene su premio.
Sé que mientras escribo este
artículo me acerco al final de mis días, aunque espero que semejante conclusión
vital tenga lugar dentro de varios años, porque por mucho que lo intento no he
logrado convencerme de que la muerte le siente bien a nadie. Es más, no
recuerdo que los cadáveres gocen de buena salud, sean éstos de José Zorrilla o
de Juan Ruiz de Alarcón, que esa es polémica… de otro tiempo.
Pero ¿cómo he tratado a la Parca
en el transcurso de mi vida?, es un asunto al que nunca había dedicado tiempo,
y tal aspecto tiene dos visiones bien diferentes. De un lado está la muerte
indirecta o aquella que ha afectado al entorno de amigos, vecinos o conocidos.
En ese sentido, recuerdo el pesar que sentí tras conocer el suicidio de un
amigo con el que había compartido un breve espacio de tiempo: Carlos. Un tipo
afable, de diecisiete años. Una pérdida que dejó desconcertados al pequeño
grupo de amigos.
Tal vez en este momento, qué mejor que recordar a Antonio
Machado cuando dice:
"La muerte es algo que no debemos temer
porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no
somos."
La segunda variable tiene que ver
con el fallecimiento de los que hemos dado en llamar ‘seres queridos’ y por
quienes, si realmente sentimos mucho cariño, nos vemos inmersos en una
situación emocional devastadora. Y aquí hay pocos matices, a pesar de que se
crea a pie juntillas que la muerte te da toda una vida de ventaja, porque no
existe bálsamo que anestesie la ausencia de los padres, ni tiempo suficiente
para hacerse a la idea.
Así que un día lo acompañas a
casa, cruzas unas pocas palabras, porque como se está a punto de entrar en la
edad adulta, el chaval está tremendamente ocupado con algunas chorradas que
requieren toda su atención. Y una mañana la realidad, la de verdad, tiene a
bien partirte la cara. Suena el teléfono y…
Inconvenientes
En el asunto que nos ocupa, hay
tantas visiones como galaxias, tantos dimes como diretes y tan exquisitas
reflexiones como estúpidas conclusiones. Pero de entre todo el maremágnum, la
siguiente frase podría valer como resumen: Morir
es dejar un pequeño pliegue en la cama. Claro está, inmediatamente es
preciso preguntarse ¿Eso es todo? Depende.
Cuando escucho que la muerte
iguala a ricos y pobres; que democratiza, no sé si ponerme a llorar o sucumbir
a los sicotrópicos porque de momento, los sátrapas y miserables por el estilo,
tienen por costumbre morir en un entorno cómodo. Ítem más. Se organizan fastos
para los funerales, cuyos gastos corren a cargo de quienes tenemos por norma
palmarla entre agobios presupuestarios. Inconvenientes de clase.
En el peor de los casos hay
quienes se llevan la miseria hasta la tumba prestada por el ayuntamiento de
turno. Un lugar en vertical u horizontal donde acaba la historia de un
desposeído de casi todo que tiene como únicos testigos de su despedida a dos
viejos amigos de tetra brik, un periodista y al enterrador. Allí en una esquina
olvidada yace alguien, aún no olvidado del todo.
Aquél día y tras concluir el
acto, se me acercó un viejo y mientras encendía un cigarrillo sin filtro, me
dijo: “Tengo miedo de morir porque pienso en el ataúd y me provoca claustrofobia”.
Ante tamaña reflexión y al borde de un ataque de risa le dije que podía elegir
la incineración, y sin pestañear me respondió que “eso es peor porque la urna
es aún más pequeña”.
Ya sé que en esto de la muerte,
existe un universo de frases, algunas de una profundidad que ríete de las fosas
Marianas, aunque no es el caso de las presentes. También soy consciente que
tras la muerte, a ver cómo diablos verificas lo acertado de las mismas, pero
seamos pragmáticos: En algún punto de referencia tenía que echar el ancla si
pretendo que esta modesta chalupa alcance puerto seguro. O sea, un lugar donde
los servicios funerarios trasciendan el pijama de madera ¿Vale un crematorio?
Sea pues.
Séneca
La muerte es un castigo para algunos,
para otros un regalo, y para
muchos un favor.
Leonardo Da Vinci
Así como una jornada bien empleada
produce un dulce sueño, así una vida
bien usada causa una dulce muerte.
Marlene Dietrich
¿Miedo a la muerte? Uno debe temerle
a la vida, no a la muerte.
William Shakespeare
Los cobardes mueren muchas veces antes de su
verdadera muerte, los valientes gustan la muerte sólo una vez.
Sé que voy a morir, pero no será
antes de disfrutar de…
Scriptum est
Scriptum est
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