Como es de
común conocimiento, tenemos a un pequeño grupo de compatriotas (cortitos de
neuronas y faltos de ética) que llevan unos años empeñados en proclamar a los
cuatro vientos (ignoro el porcentaje de aire que les corresponde por mor de su
irrealidad nacional) que son diferentes al resto de quienes habitamos, tanto la
Península como los archipiélagos.
Siendo
consciente del gran interés que despierta este asunto, voy a emborronar estos
folios reflexionando en torno a la solidaridad de la que hacen gala los
virreyes regionales. Esos mismos que a las primeras de cambio, lloran
desconsoladamente cuando se han 'fundido' el efectivo.
Amigo
presidente, he perdido la cuenta de las veces que tus mejillas fueron el cauce
al torrente de lágrimas que han empapado tu rostro. Una cara, la mayor de las
veces, curtida en mil batallas (mentiras y decepciones) hecha de un material
insensible al dolor ajeno y que has maquillado, cuando la ocasión era propicia,
para defender lo que considerabas discriminación y privilegios del vecino.
Tú, que te
llenas la boca de solidaridad interterritorial, que exiges un reparto justo y
equilibrado de los dineros públicos y que levantas los brazos al cielo
demandando justicia y equidad para el territorio al que dices representar con
la mayor de las dignidades (“no creerá usted que iba a llegar hasta aquí en
taxi”). Ese eres tú.
Tú, que
junto con el amplio equipo de colaboradores (familia, amigos y medio
pensionistas) aligeran las arcas públicas en beneficio propio, porque lo de
todos se convierte en tu patrimonio y (“puedo asegurar que las acusaciones de
apropiación indebida son falsas”). Ese eres tú.
Tú y sólo
tú, eres capaz de alentar la aprobación de leyes cuasi confiscatorias, las
llamas subida de impuestos para que “el país mejore”, que hacen aumentar la
pobreza de gran parte de quienes confiaron en tus palabras, mientras con la
mano que mece la cuna autorizas la concesión de beneficios fiscales a las
empresas que sienten sus reales en los polígonos, valles y planicies que
salpican la región. Ese eres tú.
Sin
embargo, cuando los trucos comienzan a perder efectividad, las banderas
desfallecen por falta de viento y el bienestar familiar se tambalea, surge en
ti un ansia infinita de libertad; una excitación cercana al orgasmo que ni
siquiera puede calmar ese padrastro insensible, centralista y autoritario que
te ha dado todo lo que has pedido. En ese estado te hayas.
Ahora es el
momento de precipitar la salida, de hacer sonar las fanfarrias, enarbolar los
pendones y sentir el latido de miles de corazones palpitando al unísono. Y tú,
con los ojos hinchados por la emoción (o algún sicotrópico) vuelves la mirada,
sonríes y preguntas a tus allegados: y ahora ¿hacia dónde vamos? Y cuando crees
que las dudas han desaparecido y la respuesta será la anhelada, escuchas al
primogénito decirte: “hacia el abismo padre, vamos hacia el abismo y tú, sólo
tú, puedes conducirnos a él”.
Es el fin,
pero lo has decidido tú. Porque la historia, esa en la que ocuparás algunos
centímetros en olvidados anaqueles, te recordará como lo que fuiste: Nada.
Scriptum
est
Efectivamente, ese es él, perfectamente reconocible en estas líneas. Me recuerda al momento en que al final de la película "El laberinto del fauno" el personaje del capitán del ejército nacional de Franco, malvado y chulo que interpretaba el actor Sergi López le dice a los maquis que van a matarle "decidle a mi hijo que su padre fue .......tal y tal y tal..... mientras se le llenaba la boca y la mirada de una soberbia inyectada en un ego desorbitado. Pero los maquis le responden " no, no te hagas ilusiones, tu hijo no sabrá siquiera que tu has existido".... en fin, la cara del capitán fue todo un poema pues tal era el peor de sus castigos.
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