Hace unos
días se hizo público un avance científico que, en resumidas cuentas, consiste en haber creado por
primera vez ADN artificial en una célula compleja ¿Cómo se me queda el cuerpo?
Pues en un primer momento, mirando a Roma; pasado el rato, observo la estupidez
humana, incluida la mía, claro. Tras un sorbo de té recuerdo a Charles Darwin.
Pues el
asunto va de la posibilidad de crear vida sintética, mientras famélicas
legiones de hambrientos culturales intentan descifrar qué es eso de los unos y
los ceros (binario, que no vinagre) afirmará algún erasmus a media beca de
volver a casa.
La verdad
sea dicha, pero cada vez entiendo mejor la teoría darwinista cuando te
enfrentas a prójimos más próximos a un nenúfar que a un homo sapiens.
Por contra
y sin ánimo de ofender, quienes se baten en permanente duelo sableando
conciencias con lo del diseño inteligente no tienen perdón de Dios. Aún
recuerdo (era un chaval con las hormonas revueltas) cómo 'acorralé' en la
escalera de mi edificio a una pareja de individuos en plena vorágine
proselitista, del tipo: “Él te quiere y vela por tu felicidad”. No sé que me
pasó por las neuronas, pero no pude reprimir un grito, al más puro estilo Johnny
Weissmüller, mientras les recordaba nuestro parentesco con los simios.
Tras un
primer instante de desconcierto, los hijos de las octavillas (Ho) recompusieron
el semblante y se encaminaron hasta dónde me encontraba, mientras mi madre
salía a la puerta de casa para preguntarme qué tal estaba. Cuando los tuve a
menos de un metro de distancia fui consciente que sólo tenía una oportunidad
para dejar bien clara mi postura ¿ética? ¿moral? y/o ¿filosófica?. Así que fijé
mi ojos en los suyos, apreté los dientes, cerré los puños (me subí la maldita
cremallera) y… salí corriendo de allí dejándoles bien claro que cada uno
evoluciona como puede.
Scriptum est
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