sábado, 5 de abril de 2014

De diseños y evoluciones


Hace unos días se hizo público un avance científico que, en resumidas cuentas, consiste en haber creado por primera vez ADN artificial en una célula compleja ¿Cómo se me queda el cuerpo? Pues en un primer momento, mirando a Roma; pasado el rato, observo la estupidez humana, incluida la mía, claro. Tras un sorbo de té recuerdo a Charles Darwin.

Pues el asunto va de la posibilidad de crear vida sintética, mientras famélicas legiones de hambrientos culturales intentan descifrar qué es eso de los unos y los ceros (binario, que no vinagre) afirmará algún erasmus a media beca de volver a casa.

La verdad sea dicha, pero cada vez entiendo mejor la teoría darwinista cuando te enfrentas a prójimos más próximos a un nenúfar que a un homo sapiens.

Por contra y sin ánimo de ofender, quienes se baten en permanente duelo sableando conciencias con lo del diseño inteligente no tienen perdón de Dios. Aún recuerdo (era un chaval con las hormonas revueltas) cómo 'acorralé' en la escalera de mi edificio a una pareja de individuos en plena vorágine proselitista, del tipo: “Él te quiere y vela por tu felicidad”. No sé que me pasó por las neuronas, pero no pude reprimir un grito, al más puro estilo Johnny Weissmüller, mientras les recordaba nuestro parentesco con los simios.

Tras un primer instante de desconcierto, los hijos de las octavillas (Ho) recompusieron el semblante y se encaminaron hasta dónde me encontraba, mientras mi madre salía a la puerta de casa para preguntarme qué tal estaba. Cuando los tuve a menos de un metro de distancia fui consciente que sólo tenía una oportunidad para dejar bien clara mi postura ¿ética? ¿moral? y/o ¿filosófica?. Así que fijé mi ojos en los suyos, apreté los dientes, cerré los puños (me subí la maldita cremallera) y… salí corriendo de allí dejándoles bien claro que cada uno evoluciona como puede.

Scriptum est

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