Quién no ha vivido ese momento de
tensión previo a resolver si tomas una decisión u otra, si optas por el café o
la tila e incluso si votas a favor de ponerte en huelga porque la empresa de
mierda para la que trabajas lleva tres meses sin pagarte.
Pero eso no es todo. Además, tienes que
vértelas con unos seres (en número nunca inferior a dos) que zumban alrededor
del grupo exponiendo las bondades del compromiso social, la lucha de clases y
el amor por la naturaleza. Una y otra vez vuelven sobre las mismas notas, sin
que, aparentemente, aflore una 'miaja' de duda en sus palabras.
Están
dispuestos a enfrentar los tormentos que conlleva la reivindicación siempre y
cuando el grupo deposite en ellos todo el poder de decisión.
Sin embargo, algo en mi interior siempre
me ha hecho ser reacio a sus maneras, su metodología y a fuerza de observarlos
descubrí una constante en su 'modus
operandi'. Y es que llegado el momento de batirse en ejemplar duelo una
inexplicable nube de polvo cubre el campo de batalla.
Tras disiparse los
embates de Eolo, se descubre que las puntas de lanza se han tornado prismáticos
que desde la lejanía te observan sin apenas inmutarse.
No preguntes, ni
siquiera te acerques a ellos so pena de recibir una sonrisa y un: “compañero no
has entendido que ha pasado. Eres un tipo extraño”.
En el mundo
real es aún peor.
Scriptum
est
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