Cómo hacer comprender al común de los mortales patrios que gratis, lo que se dice gratis, no tenemos NADA (perdón por el grito). Sé que tal vez esté pecando de ingenuidad e incluso se me pueda acusar de tratar como idiotas a una parte significativa del colectivo ciudadano nacional, de España, (otra vez me disculpo) pero intentaré explicarme (lo siento).
Tal vez el despiste provenga de suponer que los 'dineros' públicos se materializan por ensalmo divino. Que el gobierno de la Nación como el resto de administraciones públicas nutren sus arcas con fajos de billetes cuyo origen es ¿industrial?, lo digo por lo de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre ¿Cómo ha quedado el asunto? ¿Se entiende algo mejor? ¿No?
Mire usted respetado ciudadano, la papelera que incendia su cigarrillo la ha pagado con sus impuestos, el de circulación, por ejemplo; el contenedor que con tanta mala leche el 'kolega' atravesó en la vía pública para reivindicar el derecho a joder al prójimo… también ha pasado por nuestro bolsillo.
La enseñanza pública en estado comatoso sale de su IRPF, IGIC o IVA; el catéter, la escayola o el tranquimazín están más que cobrados (súmele los cuartos del copago). Entonces ¿de qué gratuidad estamos hablando?
Como mucho deberíamos referirnos a que determinados servicios públicos se pagan con antelación, caso de los mencionados y otros en el acto: transporte urbano, por ejemplo y que por su condición de servicios esenciales tienen unas tarifas controladas. Otra cosa será que el binomio calidad-precio sea el adecuado.
Defiéndalos, faltaría más, exija que sean de calidad y que quienes los gestionen demuestren ser competentes (ahí entraríamos en un terreno espinoso), pero jamás olvide que gratis, lo que se dice gratis, nunca lo han sido. Y si no pregúntele a su bolsillo.
Scriptum est
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