No
existe relación entre el título de este artículo y el alumbrado
público, pero sí mucha con Mina Mazzini y
Alberto Lupo y aquel tema musical -Parole,
parole (Palabras,
palabras)- que
vio la luz en los años setenta. Pero no, no dedicaré una línea más
a la música porque todo mi saber se centra en un asunto: El futuro
de Italia tras el triunfo de la derecha.
Afirman
quienes alardean de poseer toda la sabiduría, que lo ocurrido en la
patria de Leonardo no es más que el síntoma de una sociedad
enferma; que es vergonzoso que hayan votado cuatro gatos -olvidando
que si tal porcentaje de 'mininos' se hubiese decantado por la progresía, habrían confirmado que son unos ciudadanos sensatos,
inteligentes amén de atractivos-, y concluyen los apologetas de «la
verdad es de izquierdas», que si Dios no lo remedia, tendrán
que explorar otros medios que pongan fin a esa locura. Llegados a
este punto, se puede afirmar sin miedo, que el pueblo soberano ha
tomado el camino equivocado y por tanto no queda otra que reconducir
la situación, pero ¿Y si todo esto -la
victoria de la derecha- no fuera más que un pésimo intento
de ópera bufa, un simple trampantojo con el que narcotizar a los
electores? Si la respuesta fuera positiva, el escenario no sería
otro que el dibujado por Lampedusa: «Si
queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».
Gatopardismo 3.0.
Händel
nada tiene que ver
A
pesar de lo que pueda creerse, Georg
Friedrich Händel, el
compositor de El Mesías,
no es británico de nacimiento ―fue
parido
en Halle, Alemania―,
un dato sin importancia para el desarrollo de esta pieza escrita pero
que denota el interés del escritor por la música de un hijo
adoptado
por
la Gran Bretaña. Mas, sí existe interés en conocer el por qué de
esa pulsión que
genera la necesidad inaplazable de tener a nuestra disposición a un
ser, que sin
apenas esfuerzos,
nos convence
que irradia una luz especial, que es el portador de la verdad de
la buena
y que con unos emolumentos, al principio modestos y más adelante ya
veremos, promete ser el brazo ejecutor de una venganza aplazada
durante siglos. ¿Qué
ser bípedo puede resistir tales cantos de sirenas mientras contempla
aterrado como se desmoronan «los
muros de la patria mía».
¡Efectivamente!
Che
cosa sei, che cosa sei, che cosa sei
Cosa
sei
Non
cambi mai, non cambi mai, non cambi mai
Proprio
mai
Adesso
ormai ci puoi provare
Chiamami
tormento dai, già che ci sei
Caramelle
non ne voglio più
Tal
vez sea el escepticismo que ha ido anidando entre los pliegues del
corazón el que me hace escribir tan cargado de desánimo, puede ser
que a pesar de mis esfuerzos por no caer en los cantos de sirena,
casi siempre acabe mordiendo el anzuelo aunque, descubierto el truco,
desgarre una parte de mi anatomía para deshacerme de esa trampa. Son
esos instantes posteriores y mientras restaño las heridas, que me asaltan los
recuerdos
de
Cosme,
un
ser humano excepcional que era tal, porque desde su infancia vio
claro que con mentiras no se iba a ningún sitio (al menos que se
despreciara todo aquello que hace nuestra vida soportable) y que
según fue madurando vio claro que o asumía el total de sus miserias
o terminaría recostado en cualquier zanja. Cosme, el tipo sin quien
la vida de muchos sólo habría adquirido la condición de despojo
sin empadronamiento reconocido.
Le
rose e i violini
Questa
sera raccontali a un'altra
Violini
e rose li posso sentire
Quando
la cosa mi va, se mi va
Quando
è il momente
E
dopo si vedrà
Dicen
de Giorgia Meloni -rumores,
medias verdades, envidia cochina- que además de tener
opciones de convertirse en la primera mujer que presidiría el
Consiglio dei Ministri, la susodicha resulta un peligro para la paz
mundial, el cambio climático, la democracia que aún podemos
disfrutar por la gracia de la izquierda, Draghi, Paco Bergoglio…, y
los coches eléctricos, pero sobre todo, Meloni es una amenaza porque
con sus ideas cercanas al caos, antepone los intereses nacionales
italianos a cualquier idea de orden globalista, agenda mediante. Yo,
que de natural soy un ser humano que huye de la violencia en todas
sus expresiones, no puedo por menos que reconocer la importancia de
llamarse Ernesto sin que por ello pueda sospecharse que tengo un
hermano ficticio.
Parole,
parole, parole
Parole
parole, parole
Parole,
parole, parole
Parole,
parole, parole
Parole,
parole, parole
Soltanto
parole
Parole
tra noi
Conviene,
no obstante, no perder de vista que una parte de los italianos que
todavía residen en el país -se
calcula que más de dos millones han dado el portazo- y
que decidieron acudir a las urnas, creen que la solución a sus
problemas ¿la solución a qué?, bueno, a lo mejor entienden que
Meloni representa una vía de… es menos mala que los… o
posiblemente el hastío por una realidad putrefacta… Claro que en
estos tiempos de sutilezas estilísticas, cualquier tiempo pasado no
es más que una historia por contar.
Che
cosa sei, che cosa sei, che cosa sei
Cosa
sei
Non
cambi mai, non cambi mai, non cambi mai
Proprio
mai
Nessuno
più ti può fermare
Chiamami
passione dai, hai visto mai
Por
otro lado, tenemos el papel de la prensa española siempre dispuesta
a comer de la mano del amo gubernamental y que se ha lanzado a
declarar una alerta antifascista mientras la nación donde venden
menos ejemplares que la farola, se hunde ‘plácidamente’ entre
susurros norteños y eructos del suroeste. Nuestras élites
intelectuales orgánicas debaten del porvenir transalpino, añoran el
glamur de napoleónico ¡malditos Daoiz y Velarde! y coinciden en
señalar que Meloni es una posibilidad que jamás se dará en España
porque los
españoles no somos italianos. Y ahí quería llegar desde que empecé
con este asunto, porque estimado lector, es el momento de recordar
que en algún momento de nuestras vidas hemos dirigido la vista hacia
Italia con cierto nivel de suficiencia cada
vez que los medios de comunicación se hacían eco del grave problema
mafioso, de la corrupción que asolaba a la Democracia Cristiana, de
cómo huyó la rata de Bettino Craxi, de los ‘suicidios’ por el
tema de Roberto Calvi, El
banquero de Dios,
la logia masónica P2… Y seguro que ante tal avalancha de miserias
no dudamos en afirmar: «Nosotros
nunca seremos Italia»
Non
saremo mai l’Italia.
Caramelle
non ne voglio più
La
luna ed i grilli
Normalmente
mi tengono sveglia
Mentre
io voglio dormire e sognare
L'uomo
che a volte c'è in te, quando c'è
Che
parla meno
Ma
può piacere a me
Lo
siento, pero esta pieza no comulga con los cantos de sirenas que
vienen de allí y
aborrece
los berridos españoles,
digamos que este artículo es una declaración de intenciones desde
una perspectiva (!) preventiva, sin empatía y falto de cualquier
vestigio de vergüenza, porque en estos aspectos de la existencia el
verbo creer sólo conjuga con mesianismo, latrocinio, pobreza
energética, incumplimiento
de contrato y estafa piramidal.
Sí,
yo quería reflexionar sobre Italia y creo que he logrado mi objetivo
sin apenas dejar rastros del estropicio. La demagogia tiene los días
contados y quienes cuentan esos días, también.
Parole,
parole, parole
Parole,
parole, parole
Parole,
parole, parole
Parole,
parole, parole
Parole,
parole soltanto parole
Parole
tra noi