No existe peor costumbre que ignorar las señales que indican la llegada de un tiempo nuevo a pesar de que algunos se empeñen en avisar que tales aires renovadores no son otra cosa que una amplia gama de aromas pútridos que arrasaron vidas y haciendas durante aquellas décadas alocadas que abrasaron el siglo XX. A pesar de los pesares, hay cabezas obcecadas por avisar del engaño que siempre terminan causando una ridícula muesca en las piedras del templo más cercano que generan las risas de unos pocos y la vergüenza del entorno familiar siempre proclive a ofrecer el sacrificio de uno de los suyos en el altar del progreso. Y ahí quería llegar.
Y dicen todo eso mientras reparten las migajas de las bacanales que ellos dan en llamar redistribución de la riqueza. Agrupémonos todos… puesto que ellos nos hablan, legislan y abochornan desde esa superioridad moral, ética, estética y sobrenatural de la que son depositarios gracias a los éxitos obtenidos por la revolución rusa que eliminó las colas para entrar en la URSS (y resto del universo del camarada Lenin) pero creó las filas de ciudadanos propios ante comercios que, si había suerte, dispensaban el peor tabaco, la carne (risas) casi menguante y el resto de productos alimenticios que hicieron fecundar el Estado de los soviets hasta que –malditos desagradecidos–, un borracho y otros tipos con más sesera dijeron aquello de «Esto es todo, tovarich». Y el personal soviético-ruso de toda la vida que miraba perplejo al televisor, frente a un escaparate repleto de productos occidentales –cabrones– posiblemente haciéndose preguntas, si bien ninguna de ellas sería esta: «¿Qué pasará con los avances de nuestro querido socialismo?». Espeluznante.
Se puede hablar largo y tendido de lo que acontece en España con la certeza absoluta de que cualquier valoración está condenada al ostracismo, insultos varios y ataques de gota de las masas críticas que no admiten, por ir contra natura, el menor cuestionamiento de cómo diablos entienden que debe ser vivir en una democracia y menos aún qué hacer cuando alcanzan el poder, ése que siempre está en las manos equivocadas. Como ejemplo sin fisuras sirva este lema reciente que tanta pupa ha hecho: Comunismo o Libertad y el fundido en negro que reflejan sus rostros tan poco acostumbrados a estas verdades del barquero, desconocedores de lo que significa aceptar otras ideas porque simplemente no conciben el respeto al discrepante…
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