De mi tierna adolescencia
guardo en el baúl de los recuerdos la voz de Carlos Puebla y los
Tradicionales mientras cantan: “De
Cuba traigo un cantar hecho de palma y Sol. Cantar de la vida nueva y
del trabajo creador (…)”
Ignoro si el 21 de marzo y
mientras aterrizaba en La Habana el avión presidencial que
transportaba a Obama, algún cubano en cualquier punto de la mayor de
las Antillas se acordaba de esa o de cualquier otra melodía
revolucionaria, si bien permítame que me decante por afirmar que sus
pensamientos podrían ir en otra dirección (no a Florida
necesariamente).
La llegada del líder del
‘mundo libre’ de aranceles al ‘paraíso’ socialista es un
acontecimiento histórico protagonizado por un mandatario
norteamericano que transita por su etapa de ‘pato cojo’ (nada
tiene que perder en su segundo y último mandato) que ha sido
recibido por el representante de un régimen en el que cuesta
respirar más allá del internacionalismo proletario, pero ¿qué
importancia tiene la visita?
Fundamentalmente dar el
pistoletazo de salida a la nueva era (sin prisas), y poner fechas al
desembarco de inversores en áreas tan importantes como todas las
relacionadas con las infraestructuras ¿Me olvido de algo?, bueno,
por supuesto que la apertura democrática es un aspecto insoslayable
(en China o Irán lo saben muy bien) pero a nadie se le escapa que
esta cuestión requerirá adoptar otro tipo de estrategias, porque
todos sabemos que las ‘primaveras’ siempre han entrado a través
(y los oligarcas parten con rumbo fresco a sus paraísos) de las
cuentas corrientes y alivian el sufrimiento que es un primor.
Mientras el cuerno de la
fortuna rehabilita su sede caribeña, de vez en cuando resuenan los
ecos guaracheros que recuerdan que el ”per
cápita del pobre siempre se lo come el rico.”
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