Nada
se habla sobre las vicisitudes de un balón;
de sus dudas, angustias y alegrías. De cómo contentar al usuario:
si es mejor trazar una parábola, rodar con el césped mojado o
dejarse acariciar por una superficie áspera, aunque no cabe duda de
que el artilugio redondo tiene muy claro que él no es el
protagonista.
Los
reyes del mambo futbolero
son los jugadores, esos gladiadores que sudan por el escudo; luchan
por ser los mejores, aunque sólo unos pocos alcancen la gloria, el
olimpo de la cuenta corriente que aliñan con el postre de los
anuncios en cualquiera de los soportes conocidos y algunas acciones
solidarias allende los mares.
Y
en esas estamos cuando, de entre la más espesa de las nieblas, surge
la figura de un zaguero; un tipo que a pesar de no tener ni puñetera
idea de eso que se llama orden constitucional, reclama, porque sí,
el inexistente derecho a decidir de una nación cuyo origen es el
fruto de un calentón decimonónico.
Ese
hombre, que lleva la friolera de no sé cuántos años partiéndose
la cara defendiendo los colores de la Selección Nacional, entre
otros motivos porque como recoge el artículo 47.1. de la Ley de
Deporte 10/1990, de 15 de octubre ("es
obligación de los deportistas federados asistir a las convocatorias
de las selecciones deportivas nacionales para la participación en
competiciones de carácter internacional, o para la preparación de
las mismas")
no parece estar a gusto en un Estado que oprime
algún derecho de una de las regiones punteras (hasta que surgió un
agujero carmelita) y que tuvo la buena cabeza de meter el gol
que propició el triunfo del conjunto español ante un rival
centroeuropeo.
¿Y
qué hizo para celebrar tamaña gesta? ¿Saltar de alegría junto a
sus compañeros? ¿Acercarse a la grada más próxima y reír junto a
los seguidores españoles? Pues no.
Lo
que mostraron las imágenes televisivas en alta definición fue el
rictus de un tocador
de esféricos que reclamaba su tributo a todos aquellos que han osado
poner en tela de juicio su amor a unos colores de los que, al
parecer, desconoce todo.