El valor que había demostrado los últimos años se esfumó cuando tuvo
que enfrentarse, en las más absoluta de las soledades, ante un grupo de seres
con sobres en ristre.
El pequeño Andreu Cupè, un
perfecto fill de puta, natural de la parte izquierda del Ensanche barcelonés,
tuvo una infancia llena de vicisitudes que con el paso de los años y una exquisita educación en academias trilingües,
mutó en exaltación patriótica estelada.
-Som una
nació espoliada per un Estat opressor. Catalunya me duele. Dijo, mientras
un torrente de lágrimas recorrían su rostro juvenil. A pesar de los estragos kalimotxeros.
Mientras, han pasado tres horas
desde la apertura del colegio electoral que le tocó en suerte para desempeñar
su labor como Apoderado de Unió per a
l'Impuls desenfrenat d'una Catalunya-La meva Catalunya (UIDEC-MCA) Sectorial
Agnòstica y Andreu está mosqueado por tanto cliente rarito.
-Collons,
semblen catalans, aunque veo algo extraño. Perdó, estimat ciutadà... ¡Visca... y
cuando quiso continuar, un tierno anciano de mirada cansada pero tierna a la
vez, le espetó
-Xaval, no
em diguis més, tu ets un d'aquests que afirma que això és una nació. Pues
espera que te vamos a decir unas cosillas ¡Eladio, Pepe, José, mirin que nen
tenim! ¿D'on ets?
A Cupè le sudaba hasta el
calzoncillo estelado mientras
informaba de su origen
-Coño, uno
del Ensanche. Vale, pues te vamos a decir una cosa: ¿Te importaría irte a la
mierda?