miércoles, 21 de mayo de 2014

De Estados propios y Patrias ajenas


De entre las singularidades que atesoran los sectores de la 'revolución pendiente', versión española, una me resulta especialmente patética: la negación a llamar a España por su nombre, sustituido por un acomplejado 'Estado' o ‘Estado español.
Como quiera que no soy un reaccionario, me niego a pensar que el uso de tales denominaciones sea una reminiscencia inconsciente (vaya con las casualidades) de la Dictadura ¡Freud, levántate y dí algo!

En esa línea de llamemos, cierta neurosis, quienes se dicen defensores de las famélicas legiones, jalean supuestos logros y enaltecen revoluciones de lejanas tierras (Patria o Muerte, ¡Venceremos!) que no les permitirían (si residieran en las mismas) poner en cuestión su integridad territorial o su bandera.
 

Así, es necesario recordar (parece mentira) que los naturales del lugar ni siquiera tienen oportunidad alguna para discrepar, iniciar 'procesos' o plantear quiméricos derechos a decidir.

Otra característica ideológica de ese sector 'progre-tercer milenio' tiene que ver con su anticlericalismo interior, vehemente, que se transforma en una evidente ceguera en relación al anclaje religioso, (por convicción o estrategia) que la actual hornada de próceres etno-revolucionarios que pueblan hispanoamericana, manifiestan sistemáticamente.

No parece que tal hecho ocasione ruidos en las cuadernas ideológicas de quienes en España defienden a ultranza los supuestos logros sociales de esas naciones objeto de admiración.

¿Qué opinan del deterioro de la calidad de vida, la corrupción, los privilegios de la clase dirigente o las perennes restricciones? Sin lugar a dudas el responsable está en el exterior, siempre ayudado por esos malos ciudadanos… Los quintacolumnistas irredentos.

Scriptum est

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