viernes, 4 de abril de 2014

De (sesperanza)

Lo que ha hecho Esperanza Aguirre al desobedecer las indicaciones de unos agentes de la autoridad trasciende la simple anécdota. Es un claro síntoma, uno más, de que quienes detentan el poder (en activo o medio pensionista) no tienen la menor intención, siquiera, de maquillar su total desprecio hacia nosotros: los ciudadanos.

¿Exagero y además soy un apologeta del desánimo y la frustración? No. 
Me reafirmo en el convencimiento de nuestra capacidad para responder a los embates que se nos presentan: ¿acaso es prueba baladí cómo estamos afrontando esta crisis? Como tampoco olvido que nuestra solidaridad y empatía gozan de buena salud.

Pero donde ya casi no hay manera de hallar resquicio por el que se pueda insuflar ánimos, es cuando observas cómo se maneja esa masa compacta que forman los representantes políticos. En este caso encaja sin problema alguno, afirmar que sus ideologías han muerto, siempre y cuando demos por bueno que las discrepancias de las que nos hacen partícipes van más allá del simple reparto de cuotas de poder.

Que la 'lideresa' se haya fugado de un control, que otros hagan uso de los aviones oficiales para escapar de un atasco, ir a cantar con el coro o reventar la tarjeta junto al Támesis y que además perciban unos generosos emolumentos, son chorradas, pero todo un síntoma de desprecio que me hace recordar el infierno de Dante y por ello, abandonar cualquier esperanza.

Scriptum est


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