domingo, 23 de marzo de 2014

De redes y neuronas



El mundo de las redes sociales ha supuesto una revolución como herramienta de comunicación y a su vez ha generado algún que otro problema, o si se quiere, una disfunción.


La necesidad de comprimir los mensajes con un número limitado de palabras, tal vez, esté generando que determinados individuos sufran cierto tipo de mutación en su masa cerebral, en su capacidad para procesar los textos que reciben. 

Esto es así, hasta el punto que si los mismos no portan los códigos a los que están acostumbrados, el receptor puede llegar a padecer un principio de colapso.



Una situación que podría conducirlo a la postración, al aturdimiento e incluso convertir esa plácida experiencia de comunicación en un verdadero infierno de unos y ceros. Es más, temo que en mentes frágiles, incluso, los abocaría al insulto perpetuo y al bloqueo permanente.

Como estoy seguro que nadie desea el mal ajeno y que sólo la bondad inunda el ciberespacio, desde estas líneas propongo a quienes se vean reflejados que respiren, lean detenidamente los mensajes y si no los entienden opten por tres simples posibilidades: preguntar al remitente, ignorarlos o simplemente vivir feliz con otra arroba. Y con tus neuronas.

Scriptum est

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