lunes, 31 de marzo de 2014

De paraísos etílicos






“Cuando un tonto se va otro ocupa su lugar” (Anónimo, de momento)

El Ayuntamiento de Calvià (Mallorca, Islas Baleares, España) ha tenido a bien aprobar, dentro de sus competencias, una norma que da carta legal a las excursiones, cuyo único objetivo, será ponerse: 'morao', ciego, tajarse, e incluso, y aquí radica la novedad, emborracharse. Todo ello dentro del más escrupuloso respeto a la legalidad vigente: los organizadores deberán disponer de un CIF y retratarse ante Hacienda y la Seguridad Social.

Reconozco que ser isleño marca el carácter, te hace ver las cosas con una perspectiva de…¿lejanía? con respecto al que vive en la zona continental. Ítem mas. En el caso de este humilde escribidor, la toma de conciencia del hecho archipielágico (eso de una isla rodeada de agua por todas partes) me sobrevino en el transcurso de una manifestación: yo, mi flamante bandera y un montón de tipos rodeándome ¡Aún me tiemblan las piernas!

Ahora en este municipio, pionero al reglamentar las borracheras, surgen preguntas, dudas, que atormentan al consumidor.
 Por un lado, qué pasará con los vasos de chupitos ¿aumentarán su capacidad? ¿Podrán ser sumergidos en la jarra de cerveza, cual submarino?
¿El garrafón tiene los días contados o es Johnny el que debe contar los que le quedan (de vida, of course)? ¿Andorra se encargará de los suministros?


Calvià hace una aportación sin precedentes a la legislación local y ordena directrices de cómo emborracharse. Es de suponer que tal hazaña en la gestión de los intereses públicos va en la dirección de lo que se da en llamar racionalización del ejercicio del poder. Los liberales deben estar que trinan ante tamaño asalto a la libertad individual desde un omnipresente Estado que todo lo quiere controlar. 

Luego están otras cuestiones del tipo: ¿El ayuntamiento habilitará zonas donde potar? ¿La UE enviará observadores para evaluar el impacto ambiental? O ¿Por fin el aeropuerto de Castellón se comportará como tal?

Concluyendo el asunto beodo mallorquín, no me duelen prendas reconocer cierto carácter de punta de lanza, de aportación singular a la tan maleada Marca España.
Tal vez logren, no sólo regular el sector del chupeteo de bebidas espirituosas en perpetuo movimiento, sino que también consigan que los mozalbetes allende los Pirineos, terminen diciendo “cirrosis” en un perfecto español mientras se tiran a la piscina desde una quinta planta.

Scriptum est

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